Enmarca, que algo queda

Sí, yo he leído a George Lakoff. Desde entonces duermo peor. No puedo dejar de pensar en un elefante y en por qué el notable señor Lakoff ha sido incapaz de hacer entender al Gobierno de España que el PP manipula la agenda política a su antojo.

Ahora toca otra dosis de miedo preelectoral. Los inmigrantes colapsan las urgencias, son malos camareros, amputan clítoris, velan a sus mujeres, roban…

Y la oposición a la oposición responde con datos: aportan un 6,2% del presupuesto del Sistema Nacional de Salud para consumir sólo un 4,6%, realizan trabajos desdeñados por los españoles, están obligados a cumplir las mismas leyes que los ‘nacionales’, no delinquen más que los españoles en igual condición socioeconómica…

Según Lakoff, cada vez que, con su mejor intención, alguien dice que los inmigrantes NO colapsan las urgencias, lo que resuena en el subconsciente del receptor es excatamente una orda de inmigrantes colapsando las urgencias.

El PP sigue, como ha hecho con notable éxito durante cuatro años, estableciendo los ‘marcos’ del debate político. La realidad no tiene importancia. A Alfonso Guerra se le atribuye el maquiavélico lema ‘difama, que algo queda’. Lakoff lo pule y esboza un enjundioso ‘enmarca, que algo queda’.

¿Debe la izquierda aceptar que la política es un sólo esto: un duelo mediático? Para quienes se rindan al encanto de justificar los medios por los fines, he aquí algunos ‘marcos’  para debatir sobre inmigración -y que los científicos cognitivos del Instituto Rockridge  perdonen mi osadía-:

1. Los términos son migración, migrante o refugiado económico. Es el léxico que utiliza la ONU. La mayor parte de los movimientos migratorios del planeta se registran entre países empobrecidos (sur-sur) y no de sur a norte. Además, estos términos incluyen a los expatriados que regresan a su país después de trabajar unos años en países desarrollados y a los españoles que siguen saliendo de España para buscar mejores empleos fuera de aquí. En lugar de la palabra ‘inmigrante’ -cacofónica y con connotaciones de ‘invasión’ o ‘intromisión’-, puedes atreverte a crear un nuevo ‘marco’ para el debate con términos como ‘refugiado económico’, que centran el conflicto en parámetros humanitarios (de asilo).

2. Las migraciones generan riqueza. No te enrolles con cifras, datos y porcentajes: sí, en un mundo ideal y con un interlocutor respetuoso tendrías todas las de ganar, pero ya sabemos que a ‘ellos’ no les importa la realidad; tienes que incidir en la subestructura de su pensamiento. Ellos dicen: «Los inmigrantes nos quitan el trabajo». No discrepes; añade humildemente: «Los migrantes, en realidad, aportan fuerza de trabajo, nos ayudan con la formación que traen desde sus lugares de origen…». Si tu neocón es muy pesado («Los inmigrantes hacen que los sueldos bajen»), tú apunta a su córtex («Los inmigrantes mantienen bajos… ¡los precios!»).

3. Es positivo que todos tengamos los mismos derechos y libertades. A las personas ‘normales’ (como Rajoy) también les gustan estas palabras: ‘positivo’, ‘todos’, ‘derechos’ y ‘libertades’. Ellos dicen: «Los inmigrantes se aprovechan de nuestro bienestar». Otra vez tendrás que renunciar a usar esa montaña de datos empíricos que demuestran lo contrario, no insistas. Añade con despreocupación: «España es (o ‘a todos nos gustaría que fuera’) un país con un sistema social equitativo que trata a todos los ciudadanos de manera justa». Incluso ellos entenderán que tu discurso incluye a los migrantes trabajadores que cotizan como las familias españolas.

4. La cuestión de la delincuencia. Es una de sus trampas favoritas: «Los inmigrantes vienen aquí a robar». Puedes morder el anzuelo y gastar tu encomiable energía intentando hacerles entender que la delincuencia no es nacionalista ni genética. Cuando te canses puedes, de nuevo, cambiar el ‘marco’ hacia la cuestión humanitaria: «Es injusto que una persona se vea obligada a abandonar su país y su familia para subsistir»; o bien, en términos positivos: «Todos los países deberían relacionarse de forma justa e igualitaria para poder garantizar el bienestar de sus ciudadanos». Argumento utópico, ¿verdad? Ya, pero tu rival neocón tendrá que cambiar el paso: acabas de transformar un falaz debate sobre la ‘preocupante inseguridad en mi país’ en un debate sobre ‘la justicia de la política exterior de mi país’.

5. Frente al miedo, empatía. El pilar del dicurso xenófobo es el miedo, ya lo sabemos. Todo su argumentario, como vemos en puntos anteriores, se sostiene sobre algo tan humano como el miedo. ¿Sabes qué es muy humano también? La empatía. Las personas normales (como Rajoy, claro) se caracterizan por esta manía terrícola de sentir el dolor de los demás como propio, como si la compasión fuese más vieja que las banderas. Burkas, terrorismo, mutilación genital, mafia albanokosovar, vecinos ruidosos… Acojona, ¿no? Pues la cosa se relaja bastante cuando aportas sentido y sensibilidad: fraternidad, pan, cultura, madres e hijos, esfuerzo, amistad, sacrificio, igualdad, fuerza de voluntad, justicia, oportunidades, derechos, solidaridad…

Muchos pensarán que utilizar este pequeño y perfectible argumentario supone desarmar la bondad de los fines que persigue. En realidad, lo que aquí se propone no es jugar con las palabras (cuyo valor, desde luego, es importantísimo): si no crees en lo que estás diciendo, no hay discurso que funcione y si no tienes datos para sostenerlo, estás vendido. Así que a instruirse y a debatir.


2 comentarios on “Enmarca, que algo queda”

  1. Daniel Lobo dice:

    Suave! Hay que darle más exposición a esta entrada. Curiosamente entre aquellos inmigrantes españoles en el extranjero estoy oyendo muchas voces que a consecuencia de esta campaña están definiendo su voto en contra del PP. Algo de movilización están logrando…
    Saludos,
    Daniel

  2. […] esto, claro, no lo he inventado yo, aunque lo sospechaba antes de leerlo. Y sobre esto, por cierto, hablaba también hace un año […]


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