Vale, ahora en serio. ¿Y si los abuelos fuesen a la huelga?

Al secretario general de UGT en Andalucía, Manuel Pastrana, le han llovido palos por todas partes después de que llamara a los abuelos a secundar la huelga general del 29-S. Sí, sí. Ya conozco las burlas e intuyo sus motivos. Vale. Pero ahora vamos a hablar en serio: ¿Qué pasaría si los abuelos fuesen a la huelga el 29-S o cualquier otro día?

Justo al día siguiente de que Pastrana hiciese su llamamiento, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) vino a dar un dato muy oportuno para el (deseable, pero inexistente) debate. Resulta que la mitad de los abuelos españoles dedican hasta seis horas diarias a cuidar de sus nietos.

En España existe un déficit crónico de servicios sociales que ha sido paliado históricamente por esa pata invisible de nuestro (no) «Estado de bienestar» que es la familia. A falta de una banca ética y pública, préstamos familiares. A falta de viviendas sociales, en casa hasta los 35. A falta de un servicio público de ayuda a las personas dependientes, hijas y nueras que dejan de trabajar para cuidar a los mayores. A falta de políticas de empleo y escolarización que faciliten la conciliación, abuelos obligados -a veces con mucho gusto- a cuidar de sus nietos. He aquí un debate interesante que da para muy pocas bromas. Quizá Pastrana se equivocó en la enunciación del problema, pero el Partido de los Tertulianos desaprovechó una oportunidad idónea para discutirlo en serio.

Una huelga de abuelos parece improbable. Los lazos familiares, en las familias modélicas, son especialmente fuertes entre abuelos y nietos, o ese es el relato que nos deja la semiótica televisiva: ancianos sanos, felices y dinámicos con niños dóciles, agradecidos y educados. La realidad, claro, es más fea. Y el resultado es que los abuelos, en una etapa de la vida en la que deberían cuidar prioritariamente de su bienestar, pueden verse arrastrados por el estrés o el agotamiento sin posibilidad de decir que no. De nuevo, otro problema de trascendencia pública.

Si existiesen políticas públicas de empleo que favoreciesen el teletrabajo, la flexibilidad horaria, las bajas o excedencias prolongadas y no traumáticas o la reducción de jornadas laborales sin graves mermas salariales, por ejemplo, muchos padres no tendrían que dejar a sus hijos a cargo de los abuelos. ¿Imposible? En Europa se aplican este tipo de medidas desde hace décadas y el resultado, como en su día desentrañaron las profesoras Nuria Badenes y María Teresa López (UCM), es que los abuelos europeos cuidan a sus nietos en mayor número, pero menos horas. ¿Por qué? Porque ven a sus nietos cuando les apetece. Los españoles, en cambio, cuidan a sus nietos de manera más intensiva y no siempre por devoción.

Por gusto o por necesidad, la inmensa mayoría de los abuelos seguirá cuidando de sus nietos para que sus hijos puedan seguir pagando la hipoteca con sus dos salarios. Pero no cuesta imaginar qué pasaría si los abuelos (a los que, por cierto, se les ha congelado la pensión para contentar a los mercados -a mí me parece que es para cabrearse-) decidiesen secundar la huelga general o convocar su propia huelga. Los días de la «huelga salvaje» en el Metro de Madrid parecerían una broma ligera.



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